-Una nota de caridad, por lo menos, le pide el. Pero ella nunca fue buena para esas cosas.
“Lo puequeno,” dice ella, “nunca me a importado.”
La tristeza en los ojos de ambos, no deja ni pista de los acontecimientos de sus vidas, tanto la de el como la de ella. Pero el dolor los detiene junto una felicidad inalcansable, pase lo que pase.
“Siempre pense que era lo puequeno que traia la felicidad,” le comenta el.
Ella, casi en lagrimas y casi hysterica de riza por su commentario le responde, “y ahora te das cuenta, que la felicidad es una imposibilidad tanto para ti como para mi?”
Sin mirarla y con las lagrimas callendole a los dientes por la sonrisa adolorida, le responde con un gruñido que siempre a tenido dentro. Hasta en los dias que paseaba en su bicicleta de nino, por los paseos de parque, siempre lo tuvo. Fue un dolor en sonido que tuvo su genesis en los dolores apartados para el, por la vida. Y al escuchar el dolor fermentado, ella, se levanto y lo dejo solo, despistado, en el cuarto ese con las paredes desechas al derrumbo del tiempo.
Con la cabeza colgada, se paso lo que quedaba del dia en esa obscuridad de ser. Recorriendo los pasos de la vida y la manera en cual el desafio personal se deshace al caer las lagrimas. Y ella, quien sabra, despues de irse, nunca la encontrado.

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